125 Aniversario de la muerte de Vincent Van Gogh
De niña no podía entender como aquella pintura de toscas pinceladas, extrañas perspectivas y colores tan brillantes que escapaban a la realidad, podía estar en un libro que albergaba obras de los pintores más importantes de la historia.
Puedo recordar que me acerqué a mi madre y le dije algo así como: "Mamá, ¿cómo puede tener tanto valor esta pintura? Pero si parece que la ha hecho un niño..." Mi madre me contó que aquella obra era de un tal "Van Gogh" y que a ella le encantaba. Yo, sin embargo, no podía entenderlo. Tras insistir en que no veía su valor, las últimas palabras de mi madre al respecto fueron: "Ya lo entenderás dentro de unos años".
Pasados los años, un día me topé con una pintura que llamó mucho mi atención... Era simplemente mágica. Alguien había captado un cielo estrellado de la única forma que a mi me podía conmover. Sentí como cuando lees un libro y alguien escribe algo que tú en algún momento has sentido, pero que nunca has sabido expresar.
Era de Van Gogh... aquel pintor de extrañas pinceladas.
Busqué a mi madre y se lo enseñé. Le expresé lo mucho que me gustaba aquella pintura y, como dándole la razón por aquella conversación que habíamos tenido hacía años, y que nunca olvidé, le dije: "Es de Van Gogh".
Entusiasmada por aquel hallazgo, pasé la tarde rebuscando en internet. Encontré campos de trigo agitados por el viento... casas de campo con sus pequeños huertos... Cielos transparentes con nubes de "frío"... Jarrones repletos de florecillas silvestres... Días calurosos de cosecha... El trino, lejano y sordo por el viento, de las alondras...
A partir de aquel momento quedé embelesada por las obras de aquel hombre. Y entonces dejé de juzgar aquellas perspectivas imposibles que tanto le caracterizaban para aceptarlas como otra forma de expresión. Entendí que no sólo en la perfección se puede encontrar la belleza. Que asentar la belleza únicamente en lo verdadero es un auténtico error para el alma.
En 2007 el Museo Thyssen-Bornemisza inauguró una exposición de Van Gogh. Cuando me enteré, imagino que abrí mucho los ojos y solté algo parecido a: "¡¡Tenemos que ir!!". Así que, un caluroso día de fin de semana, nos fuimos a visitar aquella exposición llamada "Los últimos paisajes": una serie de veintinueve pinturas de las ciento seis obras que realizó en los últimos setenta días antes de su muerte.
La impaciencia me desbordaba mientras esperábamos a que abrieran las puertas de aquella exposición. Y cuando por fin las abrieron, reconozco que, aún intentando guardar la compostura, esquivé y me colé entre aquel tropel de gente ávida de color y de expresión.
Cuando me planté delante de la primera pintura, no voy a negar que mis ojos se llenaron de lágrimas... Por un lado había derrocado aquella absurda sensación de que jamás vería una obra suya en vivo y, por el otro, el vacío por empatía que te deja saber que aquel hombre murió pensando que había fracasado. Y lo mismo volví a sentir cuando hace un par de veranos, en 2012, pude visitar el museo de Van Gogh en Amsterdam.
Este patio de vecinos en el que vivimos sólo se centra en su locura y en una vida llena de tópicos desmentidos... Yo, sin embargo pienso que era tremendamente sensible. Quizá aquellas rápidas pinceladas era la necesidad de expresar, de la única forma que sabía, la belleza que sólo él podía ver en el campo, los cielos y los sentimientos de cariño.
Pasado el tiempo, casualmente volví a encontrarme con una pintura suya que desconocía y volvió a sorprenderme. Sólo alguien como él podía captar un momento tan cotidianamente delicioso...
"Tengo... una terrible necesidad... ¿Diré la palabra? De religión. Entonces salgo por la noche y pinto las estrellas" (Vincent Van Gogh).
A día de hoy siempre me cruzo con alguien que dice aquello de: "Pero si no sabía pintar", "Pero si pintaba a brochazos" o "Éso lo puede pintar cualquiera". Palabras que me apenan porque desearía que quien opina así pudiera disfrutar tanto como yo de lo que me transmiten todas estas imágenes. Aunque soy condescendiente porque un día, hace mucho tiempo, yo también expresé lo mismo.
Sus obras están cargadas de luz, de amabilidad, de ternura... De la necesidad, lejana de egolatría y vanidad, de expresar la belleza que veía a su alrededor y capturar la bondad de la naturaleza y de las personas.
Hoy, 29 de julio de 2015, se celebra el 125 aniversario de la muerte de Van Gogh y, aunque él no lo supo nunca, hoy en día nadie duda que fue un auténtico genio.
Desde Otro día Perfecto, recuperando y mejorando el que fue el primer post con el que inauguré el blog, éste ha sido mi pequeño homenaje.
"He pasado una semana en Saintes-Maries. En la playa de arena había pequeñas barcas verdes, rojas y azules, de formas y colores tan bellos que hacían pensar en flores. Son tan pequeñas que casi nunca van a alta mar. Salen cuando no hace viento y vuelven a tierra cuando sopla con demasiada fuerza" (Vincent Van Gogh. Junio 1888).
"He pasado una semana en Saintes-Maries. En la playa de arena había pequeñas barcas verdes, rojas y azules, de formas y colores tan bellos que hacían pensar en flores. Son tan pequeñas que casi nunca van a alta mar. Salen cuando no hace viento y vuelven a tierra cuando sopla con demasiada fuerza" (Vincent Van Gogh. Junio 1888).
"Tengo... una terrible necesidad... ¿Diré la palabra? De religión. Entonces salgo por la noche y pinto las estrellas" (Vincent Van Gogh).
otrodiaperfecto12@gmail.com
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