Consejos hurón. Convivir con un hurón.
Sin duda alguna, Wallace hizo honor a su nombre. Enmarañado entre unos amodorrados hermanos, se erguía a duras penas contra el cristal en un grito de "libertad" o, quizás, un menos poético "llevadme con vosotros". Y así, sosteniéndose como podía, permaneció el tiempo que duró aquella charla sobre sus más ventajas que inconvenientes.
Antes de dar el paso nos habíamos informado muy bien. Habíamos asumido, después de leer en foros y en webs, lo que nos esperaba si adoptábamos uno de ellos y, después de oír de aquella vendedora todo lo que queríamos escuchar, nos decidimos. Y cómo no, desde el primer momento lo tuvimos claro: "Nos llevamos ése"... El único que se había esforzado y parecía saber que tras esa mampara le esperaba algo mejor.
Hoy, después de un año y medio de convivencia, quiero contaros nuestra experiencia con Wallace: nuestro hurón.
Como buena encaprichada por los animales, no recuerdo una época en la que no haya estado acompañada por uno de ellos y, no habiendo hecho jamás distinción entre mascotas de primera o de segunda ya sea por su tamaño, belleza o presunción de falta de inteligencia, de todos, absolutamente de todos, guardo recuerdos muy especiales.
Recibir en casa a Wallace, sin embargo, fue todo un enigma. Habíamos oído y leído mucho sobre los hurones, cosas buenas y otras no tan buenas y, la verdad, es que al principio no sabía muy bien qué esperar de él o cómo tratarle... Le mirábamos de reojo e incluso le cogíamos con un guante de jardinero por miedo a que nos mordiera.
Y lo cierto es que los inicios no fueron tan buenos.
Para empezar decidimos, aún sabiendo a lo que nos exponíamos, no adquirir un hurón esterilizado por los problemas de salud que les acarrea a la larga cuando se les esteriliza al poco tiempo de nacer y porque, además, habíamos leído que su años de vida se reducían a la mitad. Nosotros, que sabemos lo mucho que se les llega a querer, decidimos asumirlo y así, los primeros meses tuvimos que aguantar que Wallace marcara algunas esquinas de la casa.
Incansable explorador había que estar continuamente pendiente de él, vigilando dónde se subía, si le daba por morder algún cable (cosa que por suerte nunca hizo) o si ensuciaba alguna esquina de la casa, entre mil cosas más... Y como es de esperar de primeras en cualquier mascota, Wallace al principio no mostraba ningún tipo de empatía por nosotros; ni si quiera se arrancaba a jugar como habíamos visto en otros... Y aunque nunca lo dije, reconozco que hubo momentos, muy pocos pero sí alguno, en los que me pregunté si había sido buena idea adquirir un hurón.
Después de todos los animales que yo había tenido, ¿cómo era posible que me asustara este pequeñajo?... ¿Qué es lo que esperaba yo de él?... Entonces me di cuenta de que, como había hecho con todos los demás, tenía que cuidarle lo mejor posible sin esperar nada y lo bueno ya vendría después... El hurón no es una mascota cualquiera, es distinta, muy especial y nada fácil... No es un animal que puedas dejar en una jaula en la habitación del final del pasillo en la que casi nunca se entra. Es una mascota para vivirla. Y a día de hoy también puedo decir que no es un animal que pueda tener cualquiera. Es muy importante, como nosotros hicimos, informarse mucho sobre ellos antes de decidirse por adoptar o comprar uno, porque necesitan atención, cariño y adiestramiento.
Empecé a observarle para llegar a entenderle, a jugar con él, a darle mimos, a cogerle mucho, a confiar en él y, lo más importante, a educarle y es que a los hurones hay que enseñarles lo que está bien y lo que está mal. Son muy inteligentes y aprenden muy rápido, pero no son sumisos, por éso hay que ser constante en su educación.
Y así, poco a poco Wallace se empezó a hacer a nosotros y nosotros a él... Empezó a jugar como un loco, aprendía trucos en cuestión de minutos y a venir cuando se le llamaba. También aprendió a ir al arenero cuando lo necesitaba (aunque a veces el pobre no llega) y a pedirnos cosas en su lenguaje de signos.
A punto de cumplir dos añitos, aún no le hemos esterilizado porque tenemos la suerte de que es muy bueno y nada agresivo y hace mucho tiempo que dejó de marcar la casa. Además, manteniendo limpio el arenero y su propia casa, no huele más de lo que pueda oler cualquier otra mascota. No obstante, ahora que ya no es tan peligroso para él, lo haremos próximamente para poder juntarle con otros hurones para que juegue con ellos.
Ahora, ya no sabe vivir sin nosotros. Nos persigue por todos los lados para ver qué es lo que hacemos. Cuando quiere jugar y no le haces caso se enfurruña y, muy indignado, emite unos ruiditos como queriendo decir: "¡Me aburres!". Este sinvergonzón nos hace pasar unos ratos muy muy divertidos cuando nos reta a correr detrás de él o cuando le llamo y le veo venir por el pasillo con su trote de torito. Sus despertares son sus momentos más tiernos y más cariñosos en los que nos pide mimo, busca el cobijo de nuestras manos y nos da lametoncitos de "buenos días", y desde hace dos meses se sube al sofá y se acurruca a nuestro lado. Le encanta estar con nosotros y cada día que pasa nos demuestra más cariño a su manera... ¿Quién nos lo iba a decir?...
Sigue siendo un trasto, éso no se lo va a quitar nadie. Para sobrellevarlo nada mejor que altas dosis de paciencia y algo de humor. La carita de "me has pillado" que pone cuando le sorprendemos con las manos en la masa o sus suspiros cuando le regañamos no tienen precio. Pero éso sí, no podemos quererle más. Simplemente nos satisface verle sano, comprarle la mejor comida, mantenerle limpio y jugar con él para que esté contento. Muchas veces le decimos: "Anda, que vives como un marajá"... Y éso nos hace feliz.
El día que empecé a querer a Wallace fue el día que le acepté tal y como es. No tenía que esperar de él que me fuera a traer las zapatillas o me ronroneara, sólo había que descubrir lo que él me podía ofrecer y, aunque os pueda parecer una ocurrencia, Wallace ha sido quien me ha hecho ver que cuando las cosas no te llegan como te gustaría no hay que sufrir intentando quitártelas de encima, sino que lo mejor es acogerlas con cariño, tener paciencia y aprender a manejarlas. A partir de ese momento es cuando todo empieza a funcionar.
Feliz semana.
Como buena encaprichada por los animales, no recuerdo una época en la que no haya estado acompañada por uno de ellos y, no habiendo hecho jamás distinción entre mascotas de primera o de segunda ya sea por su tamaño, belleza o presunción de falta de inteligencia, de todos, absolutamente de todos, guardo recuerdos muy especiales.
Recibir en casa a Wallace, sin embargo, fue todo un enigma. Habíamos oído y leído mucho sobre los hurones, cosas buenas y otras no tan buenas y, la verdad, es que al principio no sabía muy bien qué esperar de él o cómo tratarle... Le mirábamos de reojo e incluso le cogíamos con un guante de jardinero por miedo a que nos mordiera.
Y lo cierto es que los inicios no fueron tan buenos.
Para empezar decidimos, aún sabiendo a lo que nos exponíamos, no adquirir un hurón esterilizado por los problemas de salud que les acarrea a la larga cuando se les esteriliza al poco tiempo de nacer y porque, además, habíamos leído que su años de vida se reducían a la mitad. Nosotros, que sabemos lo mucho que se les llega a querer, decidimos asumirlo y así, los primeros meses tuvimos que aguantar que Wallace marcara algunas esquinas de la casa.
Incansable explorador había que estar continuamente pendiente de él, vigilando dónde se subía, si le daba por morder algún cable (cosa que por suerte nunca hizo) o si ensuciaba alguna esquina de la casa, entre mil cosas más... Y como es de esperar de primeras en cualquier mascota, Wallace al principio no mostraba ningún tipo de empatía por nosotros; ni si quiera se arrancaba a jugar como habíamos visto en otros... Y aunque nunca lo dije, reconozco que hubo momentos, muy pocos pero sí alguno, en los que me pregunté si había sido buena idea adquirir un hurón.
Después de todos los animales que yo había tenido, ¿cómo era posible que me asustara este pequeñajo?... ¿Qué es lo que esperaba yo de él?... Entonces me di cuenta de que, como había hecho con todos los demás, tenía que cuidarle lo mejor posible sin esperar nada y lo bueno ya vendría después... El hurón no es una mascota cualquiera, es distinta, muy especial y nada fácil... No es un animal que puedas dejar en una jaula en la habitación del final del pasillo en la que casi nunca se entra. Es una mascota para vivirla. Y a día de hoy también puedo decir que no es un animal que pueda tener cualquiera. Es muy importante, como nosotros hicimos, informarse mucho sobre ellos antes de decidirse por adoptar o comprar uno, porque necesitan atención, cariño y adiestramiento.
Empecé a observarle para llegar a entenderle, a jugar con él, a darle mimos, a cogerle mucho, a confiar en él y, lo más importante, a educarle y es que a los hurones hay que enseñarles lo que está bien y lo que está mal. Son muy inteligentes y aprenden muy rápido, pero no son sumisos, por éso hay que ser constante en su educación.
Y así, poco a poco Wallace se empezó a hacer a nosotros y nosotros a él... Empezó a jugar como un loco, aprendía trucos en cuestión de minutos y a venir cuando se le llamaba. También aprendió a ir al arenero cuando lo necesitaba (aunque a veces el pobre no llega) y a pedirnos cosas en su lenguaje de signos.
A punto de cumplir dos añitos, aún no le hemos esterilizado porque tenemos la suerte de que es muy bueno y nada agresivo y hace mucho tiempo que dejó de marcar la casa. Además, manteniendo limpio el arenero y su propia casa, no huele más de lo que pueda oler cualquier otra mascota. No obstante, ahora que ya no es tan peligroso para él, lo haremos próximamente para poder juntarle con otros hurones para que juegue con ellos.
Ahora, ya no sabe vivir sin nosotros. Nos persigue por todos los lados para ver qué es lo que hacemos. Cuando quiere jugar y no le haces caso se enfurruña y, muy indignado, emite unos ruiditos como queriendo decir: "¡Me aburres!". Este sinvergonzón nos hace pasar unos ratos muy muy divertidos cuando nos reta a correr detrás de él o cuando le llamo y le veo venir por el pasillo con su trote de torito. Sus despertares son sus momentos más tiernos y más cariñosos en los que nos pide mimo, busca el cobijo de nuestras manos y nos da lametoncitos de "buenos días", y desde hace dos meses se sube al sofá y se acurruca a nuestro lado. Le encanta estar con nosotros y cada día que pasa nos demuestra más cariño a su manera... ¿Quién nos lo iba a decir?...
Sigue siendo un trasto, éso no se lo va a quitar nadie. Para sobrellevarlo nada mejor que altas dosis de paciencia y algo de humor. La carita de "me has pillado" que pone cuando le sorprendemos con las manos en la masa o sus suspiros cuando le regañamos no tienen precio. Pero éso sí, no podemos quererle más. Simplemente nos satisface verle sano, comprarle la mejor comida, mantenerle limpio y jugar con él para que esté contento. Muchas veces le decimos: "Anda, que vives como un marajá"... Y éso nos hace feliz.
El día que empecé a querer a Wallace fue el día que le acepté tal y como es. No tenía que esperar de él que me fuera a traer las zapatillas o me ronroneara, sólo había que descubrir lo que él me podía ofrecer y, aunque os pueda parecer una ocurrencia, Wallace ha sido quien me ha hecho ver que cuando las cosas no te llegan como te gustaría no hay que sufrir intentando quitártelas de encima, sino que lo mejor es acogerlas con cariño, tener paciencia y aprender a manejarlas. A partir de ese momento es cuando todo empieza a funcionar.
Feliz semana.
otrodiaperfecto12@gmail.com
Si tenéis pensado adquirir un hurón y tenéis alguna duda, podéis mandarme un mail y, si está en mi mano, os ayudaré encantada.
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